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lunes, 1 de diciembre de 2014
LA ENVIDIA
La palabra envidia procede del vocablo latino “invidere” que significa mirar con malos ojos.
Aristóteles la definía como “El dolor por la buena fortuna de los otros” y ha sido considerada como uno de los siete pecados capitales.
Una de las características de la envidia es que se genera con quienes están más cerca: familia directa, padres, hermanos, familiares, amigos, vecinos, compañeros de trabajo, etc.
Es decir, personas que están en una situación de cierta simetría o igualdad con el envidioso/a.
El Dr. Norberto Abdala/ psiquiatra, nos transmite por ejemplo, que se tolera y admira que Bill Gates tenga la fortuna que tiene pero no que el vecino/a, compre un auto costoso y de marca exclusiva o que un amigo se mude a una casa mejor o lujosa.
El itinerario que sigue a la envidia sería más o menos así, él tiene algo que yo quiero pero que no tengo, por eso me siento resentido, disminuido y enojado, debo entonces destruir lo que él o ella tienen y si puedo a él o a ella también.
Por lo tanto, la envidia (sentimiento más primitivo que los celos) se caracteriza por ser muy destructiva de los vínculos personales y condena al sufrimiento tanto al envidioso/a como al envidiado.
Es muy importante y conviene diferenciar la envidia de la admiración, porque esta última implica un sentimiento de afecto y de acercamiento hacia la persona y un intento positivo para conseguir logros similares.
La envidia, en cambio, implica sentimientos negativos hacia la persona envidiada y no estimula a conseguir lo que se desea.
Una persona envidiosa puede mostrar una apariencia amable, simpática, de respeto o simulada admiración, aunque si se lo observa atentamente suele alegrarse por los fracasos ajenos y sufrir por los éxitos de los otros. Pero insume tiempo y energía con críticas, habladurías o pensamientos negativos hacia los demás sin poder ocuparse de atender sus metas y objetivos.
A menudo, esa persona envidiosa piensa que los demás consiguen las cosas con facilidad, sin ningún esfuerzo, y que los acompaña la buena suerte, mientras el envidioso/a debe lidiar con la injusticia, el destino, y la insatisfacción, ya que nada le resulta suficiente, con la consecuente frustración y rencor con los sentimientos habituales tóxicos y destructivos.
Este sentimiento tóxico, negativo y destructivo es universal, algunos expertos se interrogan sobre si existen causas biológicas. Según el Biólogo Molecular J. Medina autor del libro El gen y los siete pecados capitales) nos dice que no se ha aislado un gen responsable de este sentimiento ni se ha podido identificar una región del cerebro dedicada a la envidia.
Si observamos, a través de imágenes del cerebro que al pensar, sobre una persona por la que se siente envidia se activan regiones vinculadas con el dolor, mientras que si se piensa sobre el fracaso de la persona envidiada se activan los centros del placer.
La envidia enferma, produce emociones nocivas como el dolor, la angustia, depresión, rabia, enojo, amargura y hostilidad. Y además refuerza inseguridades y sentimientos de inferioridad del envidioso/a.
Sin embargo, la mayoría de las personas no suele aceptar que tiene envidia, y rara vez acostumbra a consultar al psiquiatra, al psicólogo o al sacerdote, sobre el tema.
Esta información que nos transmite el Dr. Abdala me parece de suma importancia para entender que los cambios deben empezar desde adentro hacia afuera, debemos dejar de mira a los otros, y tomarnos el tiempo de cambiar esos patrones mentales negativos, tóxicos y nocivos que no nos permiten avanzar en la materialización de nuestras metas y sueños.
Yo creo en ti, y sé que tienes un valor único en esta vida.
Y que yo lo sepa no es suficiente, tú debes descubrirlo por ti mismo/a.
DIOS PADRE NOS BENDICE+
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