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martes, 3 de diciembre de 2013
QUE SABEMOS DE NOSOTROS MISMOS
Todos sabemos o si no, tomate unos minutos para reflexionar sobre nuestro nacimiento, un bebé es tierno, lleno de amor, tranquilidad, paz, no tiene ninguna preocupación, ningún afán, ningún temor.
Las primeras sensaciones de culpabilidad del bebé aparecen cuando percibe que la madre se enoja o se muestra disgustada con él. Su madre es para él, más o menos como un dios; además, representa la autoridad y la ley, depende de ella para obtener alimento, consuelo, amor y seguridad.
Cuando nacemos al mundo, tenemos muy poco o ningún sentido de los valores que hemos creado de la vida. De pequeños no sabemos nada sobre las religiones, los credos, los dogmas o las costumbres creadas por los hombres, de las leyes, reglas y regulaciones artificiales.
En nuestro comienzo somos, pequeños seres, totalmente libre de inhibiciones, que hace todo aquello que le parece natural. Con el tiempo nuestros padres o tutores nos regañan o quizás nos castigan propinándonos una palmada en el trasero, u otro tipo de penitencia, por algo, que ellos consideras mal según sus modelos.
De ahí en adelante generan frases como: no va a servir para nada, no va a prender nada en la vida, es un niño malo, en una niña rebelde, siempre nos va a crear problemas, dios te va a castigar, etc. y todo esto lo guardamos en nuestra mente subconsciente.
Siendo niños no comprendemos lo que se nos dice y nos sentimos desconcertados, no sabemos y ni tenemos la menor idea del valor de esas palabras. Pero Instintivamente cuando suceden estos hechos, tenemos la sensación de hallarnos separados de la fuente de la creación universal, comenzamos a sentirnos inseguros, con una sensación de culpabilidad.
Ya adultos, comenzamos a volvernos temerosos, problemáticos y manifestamos rabia debido a nuestro conflicto interno entre nuestra mente consciente y la información que comienza a fortalecerse en nuestra mente subconsciente.
Cada ser humano llega al mundo para vivir una vida rodeada de abundancias, felicidad y amor:
"Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia" (Juan 10,10).
Este es un universo mental y espiritual, y aquello que desea todo ser humano es algo a lo que puede aspirar, que puede ser apropiado y aceptado mentalmente.
El ser humano tiene que abrir su mente y entrenarla día a día con pensamientos positivos, afirmaciones positivas, emociones positivas, generando la vibración correcta de atracción, que le mostrara el camino para alcanzar sus metas y sueños.
El ser humano tiene que creer y despertar su propio poder interior, aceptar que la realidad de su mente influye en su propia realidad, sentirse agradecido por vivir día tras día y entender que a pesar de las apariencias, las condiciones o circunstancias son manifestaciones de su propia estructura mental de atracción.
Tenemos que darnos cuenta que de la conciencia se deriva un gran sentido de culpabilidad instalado a través de los años por los patrones mentales subconscientes adquiridos.
Muchas personas son sometidas por su propia vos de la consciencia, que está impregnada por información negativa, (dolor sufrimiento, soledad, tristeza, miedos, iras ansiedades, etc.) limitante y destructiva que no les permite avanzar al bienestar en su vida.
Un discípulo le pregunto a su maestro Zen:
En mis oraciones diarias Maestro le Pedí a Dios que me ayudaran a crecer. Y su maestro respondió:
Confía y cree en la fuerza y el poder de dios padre, tomas el control de tus pensamientos, a casa ideal ponle un pensamiento positivo, créale una emoción de paz, amor y entonces tus frutos serán dulces y abundantes.
Ahora si dejas que las cosas sucedan por si solas, tus frutos serán amargos y escasos.
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